Antonio Soler, ha escrito esta novela que narra las vivencias de un grupo de soldados que, durante la Guerra Civil española, malviven ofreciendo espectáculos de variedades. Pero, sobre todo, es una historia de amor, o debiera decir varias, ya que hay un par más en segundo plano preciosas. La novela obtuvo el III Premio Primavera en 1999.
Es la primera historia que leo de este escritor y me ha cautivado desde la primera página. Me ha enganchado la forma de narrar.
Escrito desde la perspectiva del protagonista, Gustavo Sintora y desde la de la hija del sargento a cuyas órdenes está el protagonista. Dos maneras de hablar, dos formas de contar, con más o menos intensidad o distancia,…
Cargado de sensibilidad y de una ternura exquisita tiene unos personajes geniales a los que es difícil no querer. Es el caso de el «gitano Ansaura«, que para no perder el nombre con la realidad repite hasta la saciedad el nombre de su amada, Amalia Monedero (además llevando la cuenta de cuántas veces lleva diciéndolo), es «el nombre que ahora digo«, como si fuera un mantra, el asidero al que agarrarse para no perder la razón. El momento en el que abandona este mundo es memorable. No voy a decir nada más, pero no pude evitar llorar y odiar a sus asesinos.
Pero qué decir de Gustavo, malagueño entrañable, que escapó de Málaga y de la carretera de Almería siendo un niño y acabó la guerra siendo un hombre, con todas las experiencias que ello conlleva, después de todo el horror vivido pero también con el corazón lleno de los girasoles de Serena y todos sus compañeros en este viaje.
El autor es capaz de detener el tiempo cuando algo va a suceder, manteniendo el interés y la tensión, pero siendo rico en los detalles que describe tranquilamente pero sin perder el ritmo.
No quiero empezar ahora mismo otra historia. Quiero que permanezca en mi corazón un poco más este grupo de hombres y su historia. Maravilloso!!!
Por cierto ya tengo otro libro de él para leer, «Las bailarinas muertas«, me lo ha dejado una amiga.