El verano que se despide ha pasado muy rápido. Este año nos hemos quedado por aquí a disfrutar de nuestro paisaje, con las chanclas para el agua y las botas para la montaña, hemos ido a Navaconcejo en el Valle del Jerte.
Extremadura es uno de nuestros destinos favoritos. Ya la hemos visitado en diferentes ocasiones y lo volveremos a hacer, seguro. En concreto al valle del Jerte, no volvíamos desde el nacimiento de nuestra hija y nos hacía mucha ilusión volver para en verlo con ella a sus 12 años. Hemos elegido para ello una casa en el epicentro del valle de los cerezos, junto a su río Jerte.
Con las botas hemos hecho diferentes rutas por sus montes, para tener más perspectiva y ver el valle desde arriba, una veces para buscar el origen del agua y otras para subir más alto, a la cuerda de las montañas.
Así hicimos la ruta del Canchal de los maquis. La ruta empieza en el pueblo El Torno, pero dado el calor y que íbamos con los niños, decidimos ahorrarnos unos kilómetros y empezar en las Vaquerizas, saliendo desde el castaño Libertad, donde se encuentran parte de las cenizas de la escritora Dulce Chacón. Cuando ella escribió «La voz dormida» algunos hechos de las historia narrada sucedían allí. Se documentó y quiso conocer el sitio, sus gentes y se entrevistó con quienes podían darle información para poder escribir su novela. Uno de sus deseos al morir, murió muy joven, fue que se plantara un castaño y que parte de sus cenizas reposaran bajo sus raíces.
Desde ese castaño salió nuestra ruta. Rodeados de vacas, en el silencio del paisaje, sólo roto por discusiones infantiles, leí este fragmento improvisado de la novela, que encontré por internet, allí mismo (bendito móvil). No encontré otra manera de rendir homenaje a Dulce Chacón, a su preciosa novela, «La voz dormida» y a la historia, historia de los que perdieron la guerra, que ella quiso transmitir. Así la voz, su voz, no dormirá.
Ya se había acostumbrado a hablar en voz baja, con esfuerzo, pero se había acostumbrado. Y había aprendido a no hacerse preguntas, a aceptar que la derrota se cuela en lo hondo, en lo más hondo, sin pedir permiso y sin dar explicaciones. Y tenía hambre, y frío, y le dolían las rodillas, pero no podía parar de reír.
Reía.
Reía porque Elvira, la más pequeña de sus compañeras, había rellenado un guante con garbanzos para hacer la cabeza de un títere, y el peso le impedía manipularlo. Pero no se rendía. Sus dedos diminutos luchaban con el guante de lana, y su voz, aflautada para la ocasión, acompañaba la pantomima para ahuyentar el miedo.
El miedo de Elvira. El miedo de Hortensia. El miedo de las mujeres que compartían la costumbre de hablar en voz baja. El miedo en sus voces. Y el miedo en sus ojos huidizos, para no ver la sangre. Para no ver el miedo, huidizo también, en los ojos de sus familiares.
Cuando llegamos arriba tras hacer un recorrido con subidas constantes y un sol que caía sin piedad sobre nuestras cabezas, sientes entre esas piedras las diferentes emociones que las rocas encierran. Dolor, miedo, rabia, frustración,… amor. Las vistas espectaculares y la imaginación puede volar aún más.
Ese día conocimos también en nuestro descenso a Manuel Robles, un defensor de la historia de su pueblo, El Torno, y ferviente conservador de las tradiciones, herencia de mis hijos, nuestros hijos. Él fue quien enseñó a Dulce Chacón el Canchal y le contó historias de la zona. Nos habló de su familia, de su madre y su padre, de los maquis, del médico del pueblo, de un guardia civil que miró para otro lado,… Enseñó a mis hijos a escribir con pluma de águila. Allí leí en su libro de visitas una dedicatoria que me encantó, de alguien que había ido a visitar su sabiduría: «Salud, quesos y república».
En los sucesivos días hicimos otras excursiones por la zona y el último día lo dedicamos a pasear por Navaconcejo. Quería ver la iglesia, la fábrica de sayales y la casa de la cultura, antigua casa de la inquisición.
Al llegar a la iglesia, nuestro estupor no pudo ser mayor. Una lápida en la fachada de la iglesia en memoria de Primo de Rivera y otros caídos por la patria nos dio la bienvenida. Sabíamos de la existencia de una fosa y de la represión franquista en la zona y aquel cacho de piedra nos indignó. Unas banderas republicanas lucían en algunos balcones de la zona, para contrarrestar esa afrenta, afrenta a la historia plagada de mentiras, afrenta al fin para los que sólo descansan en la memoria de los suyos, sin lápida que los recuerde.
La memoria es frágil, olvida detalles, olvida lo importante muchas veces. Para evitar el olvido y con la idea de reparación surgió la Ley de Memoria Histórica (Ley 52/2007, de 26 de diciembre, por la que se reconocen y amplían derechos y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura). Pero qué clase de ley está dotada de buenas intenciones y no genera obligaciones, ya que si se incumple no pasa NADA. Para muestra este botón. Qué país sigue haciendo ostentación en sus callejeros, edificios públicos, monumentos,… del pasado vergonzoso de una dictadura y homenajea al dictador? Se me ocurren algunos, pero no son adalid de ningún valor parecido a la democracia.
Ahí tenemos para nuestro escarnio el artículo 15 de esta ley, que nos recuerda que a algunos no les pasa nada por incumplir la ley.
1. Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la Guerra Civil y de la represión de la Dictadura. Entre estas medidas podrá incluirse la retirada de subvenciones o ayudas públicas.
2. Lo previsto en el apartado anterior no será de aplicación cuando las menciones sean de estricto recuerdo privado, sin exaltación de los enfrentados, o cuando concurran razones artísticas, arquitectónicas o artístico-religiosas protegidas por la ley.
3. El Gobierno colaborará con las Comunidades Autónomas y las Entidades Locales en la elaboración de un catálogo de vestigios relativos a la Guerra Civil y la Dictadura a los efectos previstos en el apartado anterior.
4. Las Administraciones públicas podrán retirar subvenciones o ayudas a los propietarios privados que no actúen del modo previsto en el apartado 1 de este artículo.
Y qué pinta la iglesia, homenajeando en sus muros, sin entrar en valoraciones, a estas personas? La iglesia qué hacía tomando partido? Como sigue haciendo hoy, si se dedicara a «lo suyo» quizás le hubiera ido, le iría mejor.
Han pasado los años y ahí sigue esta losa en la iglesia de Navaconcejo, junto con otros miles a lo largo de la geografía nacional, como una herida abierta (ver) y mientras las fosas llenas de personas con nombres y apellidos que nunca volvieron a casa.
Siempre nos quedará tomarnos la justicia por nuestra mano y hacer bricolaje.