Ayer una amiga compartió conmigo un vídeo de una participación tuya en una charla, tertulia… no sé. Decías que de pequeña una vez en el cole te habían escogido para hacer de rey Baltasar y no de angelito, que con el color de piel que tenías no había muchas más opciones. A pesar de mi penita, me sacaste unas risas. Acto seguido dijiste que te daba igual, que cuando llegabas a casa vivías aventuras en islas, en la Luna, en civilizaciones perdidas o bajando al centro de la Tierra. Tenías superpoderes.
Una mujer extraordinaria!#AlmudenaGrandes pic.twitter.com/ZbuR0D1WJ5
— Rosa RM (@Enelreves) November 28, 2021
Me has contado tantas cosas, que me vas a permitir que te cuente alguna mía. Yo también tenía superpoderes. Yo era como tú. He escalado montañas, paseado por ciudades que aún no he visitado, buceado en profundos mares, viajado hacia atrás en el tiempo, luchado en batallas en las que me tocó perder, me he enamorado mil y una veces… sobre todo de nuestro Pepe el Rubio. Siempre pegada a un libro, de hecho, soy la única miope de mi familia, leyendo hasta las tantas con la lamparita bajo la manta para que no me riñeran. Despertándome la primera para seguir, porque el sueño me había vencido y no podía parar.
En mi casa, me parece que me pasó como a ti. Mi madre leía y se compraban libros, pero a veces la elección no fue la que yo hubiera hecho. Me leí los clásicos que había en casa. Dickens, Allan Poe, Dostoievski, Tolstoi… No estaba Don Benito, por allí, sino también hubiera sido presa de su literatura. Luego, con el bibliobus que llegaba a casa de mi abuela en Málaga, descubrí a Enid Blyton. Fíjate cómo sería la cosa, que con trece o catorce años en un día de reyes me regalaron «Cien años de soledad», al principio deseé el oso de peluche gigante de mi hermana, pero nunca podré agradecer más aquel principio:
Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel
Aureliano Buendía había d recordar aquella tarde remota en que su padre lo
llevó a conocer el hielo…
Qué hubiera sido de mí sin los libros! Mi casa nunca fue un remanso de paz. Sin los libros, sin esa habitación que estaba fuera de ese espacio, no hubiera podido vivir.
En primero de BUP necesité una academia de lengua y conocí a José María, mi profesor allí. Me empezó a traer libros de los que yo no había escuchado hablar, ni luego vi en ningún libro de literatura. Nada de Carmen Laforet. Descubrí a Mercedes Salisachs, Ana Mª Matute, Carmen Martín-Gaite… Los libros los compraban a través de Círculo de Lectores y desde ese momento, en casa, empecé a elegirlos yo.
La primera novela tuya que leí fue Malena es un nombre de tango. Me la bebí. No quise ver la película, porque no quería contaminar la historia con otras imágenes que no fueran las mías. Malena era yo, no podía ser de otra manera.
Leí todo lo que fue cayendo en mis manos que estuviera escrito por ti. El corazón helado brutal. Atlas de geografía humana, maravilloso. Modelos de mujer…
Y así hasta llegar a tu obra Episodios de una guerra interminable. Estos libros son una obra titánica de documentación, investigación, búsqueda de personas… Has hecho justicia con esa parte de la historia que no se nos cuenta y que no le han contado ni a mi hija, ni a mi hijo en el instituto. Has narrado la historia de quienes les tocó perder.
Me encanta tu forma de contar, siento que me lo cuentas a mí. Tu forma de narrar es cercana y fácil, engancha. Pero, a la vez, no haces concesiones con las palabras, no escatimas en detalles. Todo lo que haga que quien te lee, se sumerja mejor en la historia, es escrito por ti. Y además, te posicionas, nunca eres equidistante. De frente, a pecho descubierto. Gracias por ello.
Nací en el 68. Tú en el 60. Sólo tenías 8 años más. Pero será la admiración, tu voz ronca, esa mirada inteligente… que siempre me pareciste mayor que yo. Mi maestra.
Tuve la suerte de verte alguna vez. La primera, fue en la biblioteca de Ollerías en Málaga. Venías a la presentación de un libro de Constancia de la Mora, Doble esplendor, y allí me firmaste el Atlas. Luego, recuerdo una gabardina roja en calle Larios, irías al festival de cine de Málaga. Y la última vez, en un encuentro con lectores en 2014, para presentar Las tres bodas de Manolita. Cercana, simpática, irónica, amable… Una gran mujer, el apellido te cuadra.
Ya por último contarte, que como tú, yo también me enamoré de Luis. Mi chico tuvo a bien regalarme, al poco de conocernos, Completamente viernes. Lo guardo como un tesoro.
Gracias, mil gracias, por ser tan generosa, por haberme enseñado el mundo a través de tus libros. He aprendido mucho contigo, seguiré aprendiendo. Te tendré que releer, mira que no me gusta, porque siempre tengo libros pendientes. Hay tanto que quiero empezar leer! Pero no me queda otra, será una forma de seguir manteniéndote viva en la memoria, en mi memoria.