Recuerdo estar comiendo en un restaurante con mi tío Manuel que venía de Suiza, mi hermana y yo éramos pequeñas, y no sé cómo en la mesa se acabó hablando de política. Mi tío se puso nervioso y dijo que habláramos bajito que nos podían escuchar.
Hablar de política en España, de rojos y azules, de republicanos y fascistas, de izquierdas y de derechas… hablar de ello sigue estando pendiente en muchas casas, al igual que en muchas administraciones públicas. No es fácil, es una herida abierta, sigue en carne viva.
Tal día como hoy, en 1936, se producía el «alzamiento nacional» para unos, para otros fue el golpe de estado, y sigue estando sin resolver. Calles con nombres de asesinos, estatuas conmemorativas y placas que recuerdan su lucha por dios y por españa (esa españa es pequeña), entierros en iglesias de quienes ordenaron pasar a cuchillo a los rojos, pueblos en la geografía nacional que recuerdan al dictador, colegios que en su nombre llevan el pasado fascista de este país…
Las cunetas llenas de gente. Más de 100.000 desparecidos en fosas comunes. Y se nos llena la boca hablando del horror de la dictadura de Videla, de los horrores cometidos por Pinochet, que si los campos de exterminio de Hitler, o el hambre de poder de Mussolini, qué horror la dictadura de los coroneles, la represión del comunismo ruso, o el chino, la atroz caza de brujas de la Stasi… Hoy nos horrorizamos con la purga de Erdogan o con el sinsentido de la dictadura de los Hermanos Musulmanes en Egipto.
A estos pasajes de la historia se ha mirado con temor a que se vuelvan a repetir, nos hemos apiadado de los asesinados por otros regímenes totalitarios, hemos protestado y hecho discursos encendidos (siempre más la izquierda). Pero aquí tenemos que olvidar. Porque el espíritu de la transición lo ha limpiado todo. Pero por mucho que eches lejía, hay manchas que no se van. Aquí no huele a limpio. Leer más